EL JUEZ ANTONIN SCALIA
Los medios dan cuenta del fallecimiento del juez Antonin Scalia, quien formara parte de la Corte Suprema de Estados Unidos, máxima instancia de las polémicas legales y políticas de toda índole en la gran nación del norte.
La importancia del hecho biológico de la muerte de tan conocido personaje radica en que el juez Scalia fue una influyente voz conservadora, de lo que dejó constancia en importantes sentencias de las que fue ponente, como el fallo Distrito de Columbia vs. Heller, que derogó las restricciones al porte de armas y en otra en la que sostuvo que la Segunda Enmienda consagraba la tenencia de armas en EE.UU. como un derecho constitucional.
Por otro lado, nunca ocultó sus desacuerdos como en los casos recientes sobre el matrimonio gay y la constitucionalidad de la reforma de la salud del presidente Obama, sirvieron como grito de guerra para los conservadores en el país.
Como dice @AlfredoCepero, Director de www.lanuevanacion.com en SCALIA: LA MUERTE DE UN GIGANTE, “Este hombre no pedía disculpas por sus posiciones conservadoras. Se propuso, y en gran medida lo logró, poner freno a la tendencia de la Corte Suprema presidida por Earl Warren de usurpar los poderes del Congreso legislando desde sus cargos vitalicios y sin rendir cuentas a la ciudadanía […] un gigante de la jurisprudencia americana y nuestro campeón más formidable en esta lucha entre el materialismo y el espiritualismo que amenaza con desmembrar a la sociedad norteamericana. Un católico que vivió su fe y actuó en concordancia con sus principios. Una versión contemporánea del «paterfamilias romano» de la cultura de sus antepasados, de la cual Scalía se sentía orgulloso […] “.
Las posturas jurídicas de Scalia pueden ser objeto de críticas y también se puede disentir de ellas; pero lo que nunca podrá decirse es que el fallecido juez fue un empírico leguleyo capeado de toga y birrete, ni malabarista en la argumentación al genuflexo servicio del mandatario de turno pues, precisamente, uno de sus objetivos fue devolver al Congreso norteamericano las facultades que unilateralmente venía usurpando la Corte Suprema. Su independencia judicial lo distinguió de seudo magistrados de otros países que sufren de esa extraña enfermedad conocida como agorafobia y que, para ellos, lucir una toga equivale al mejor disfraz de carnaval.
Así como el dicho “muerto el rey, viva el rey” servía para despedir al soberano y honrar la monarquía, vale la pena una alegoría por Scalia: “Muerto el juez, viva la Justicia” (http://informe21.com/blog/ricardo-trotti/muerto-el-juez-viva-la-justicia).
SI QUEREMOS EVOLUCIONAR…
El tráfico de influencias, el enriquecimiento ilícito, el amiguismo, la malversación de fondos públicos, el nepotismo, la impunidad y otras manifestaciones delicuenciales han existido en este lugar que el gran Almirante de la mar océano, en su tercer viaje al nuevo continente, llamó “Tierra de gracia”. De hecho, esos vicios nos devienen de esa tradición que nos han legado la cultura y civilización occidentales venidas a las Américas en las carabelas de Cristóbal Colón para fundirse en un todo indisoluble con los elementos indígena y africano.
Todos esos vicios se evidenciaron desde el momento mismo de la colonización, al punto que fue necesario implantar el juicio de residencia que, desde el siglo XVI hasta 1812, que se aplicaba a los virreyes y demás funcionarios que cesaban en sus cargos en la América española, a los que quedaban ellos sometidos una vez que dejaban los cargos, y obligados a permanecer en el lugar sin poder abandonarlo hasta que la audiencia se pronunciara.
Con la llegada de los movimientos independistas en las Américas no cesaron los vicios. Al contrario, el Libertador Simón Bolívar dictó un decreto en el cual se preveía la pena capital contra los corruptos; y a partir de 1830, en lugar de disminuir, las corruptelas fueron en aumento, especialmente durante los gobiernos dictatoriales de los hermanos Monagas como lo relata Pedro Núñez de Cáceres (Memorias” y del “ilustre americano” Antonio Guzmán Blanco, cuyas pillerías eran públicas y sin sonrojo de su parte. Solamente se nota un período de mediana sanidad bajo la Presidencia de Manuel Felipe de Tovar, tan pulcro que, a pesar de haber puesto sus bienes en fideicomiso para separarlos de su patrimonio, ante la debacle que presentaban las rencillas internas entre el militarismo, optó por renunciar sin cumplir con su mandato presidencial y marcharse a París.
En el s. XX no se quedan atrás los vicios. Las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez consideraban que el país era propiedad de los mandatarios y sus amigos -los enchufados de hoy-; y en 1945 y en 1958 se utilizaron organismos ad hoc como el Jurado de Responsabilidad Administrativa y la Comisión contra el enriquecimiento ilícito, que resultaron peor remedio que la enfermedad, al punto que años después se inventaron los juzgados penales con competencia para conocer de los delitos contra el patrimonio público, con una inútil alzada que llevaba el pomposo nombre de Tribunal Superior de Salvaguarda del Patrimonio Público, célebre por el famoso caso del “chino de Recadi”, caso único de condena por corrupción.
Ante el estado general de corrupción que se producía en Venezuela bajo la Presidencia de Jaime Lusinchi, quedaron grabadas para la posteridad las sarcásticas frases de un político, Gonzalo Barrios: “[…] los venezolanos no somos suizos […]” y “[…] en Venezuela no hay razones para no robar”; y posteriormente Arturo Uslar Pietri, esa especie de voz de la conciencia ciudadana de los últimos 40 años del siglo XX, fue entrevistado en un programa televisivo en 1989, en pleno apogeo de la corrupción y, sin más, dijo:
“Si usted decide meterse a peculador o ladrón, el riesgo de ir a prisión es mínimo. Aquí nadie sufre con meterse a pícaro porque no hay castigo para eso”. De seguidas, aclaró que el venezolano en su mayoría es honesto, “…aunque serlo no le signifique alguna recompensa, y no faltará desde luego alguien que le diga: Caramba, ese hombre sí es honesto. Pero lo más seguro es que le declaren más bien pendejo”.
Durante el quinquenio Caldera II, Venezuela se adhirió a la Convención Americana contra la corrupción y, desde entonces, se han dictado leyes para enfrentar el flagelo, sin que la coerción hiciera efecto porque -volvemos al hecho notorio- desde entonces hasta el presente -17 años del socialismo del s. XXI- se han multiplicado los hechos relacionados con la corrupción, como los mencionados en el encabezamiento de esta reflexión, muy al contrario de lo expuesto por el Presidente Nicolás Maduro:
“Jamás la corrupción será revolucionaria, todo corrupto es contrarrevolucionario, jamás la revolución será socialista, al contrario, todo corrupto lo que es tremendo capitalista, lo que está buscando es la ganancia a costa de la vida del pueblo”..
Ante tal estado de perversión, se intenta promover un proyecto de ley en el que se incluye el proceso para la recuperación para el país de los dineros producto de la corrupción y del lavado de dinero, en el cual este escribidor ha puesto su grano de arena; pero si todas esas iniciativas no van acompañadas al menos de campaña de rescate de los valores, que devuelvan al ciudadano los conceptos de trabajo, de honestidad, de respeto, poco se va a avanzar, pues un cambio de conductas se impone. El “póngame donde haiga”, la holgazanería, el hurto famélico, el “enchufe”, la riqueza fácil y veloz, no puede continuar, si es que queremos evolucionar hacia mejores horizontes.
Quizás comenzar con la enseñanza de las Tablas de Moisés sería un gran paso.
delincuenciales«.
REVÉS?